- • Unos 200 ciclistas utilizan ya máquinas inspiradas en los modelos de velódromo
- • Los usuarios valoran la exclusividad y el mantenimiento barato de los vehículos
Simón y Xavi se pisan mientras hablan. Uno, con un refresco; el otro, con un café con leche. Xavi nació en la región francesa de Normandía y tiene un interesante castellano y una desordenada barba mosquetera. Simón es asturiano, rubio y de ojos claros. Como tiene pinta de extranjero y el nombre se presta a engaños, los que no le conocen le hablan alto y despacito y le llaman Saimon. Dice que ya se ha acostumbrado. Se pisan mientras hablan porque comparten una afición poco mediática que les tiene locos: las bicicletas de piñón fijo, conocidas como fixed gear, o fixies para los amigos, cuya presencia es cada vez más habitual en Barcelona, donde la monotonía del Bicing ha creado un modelo casi único de bicicleta urbana.
Este tipo de máquinas recuperan la esencia de las bicicletas de velódromo, que no tienen ni frenos ni ningún tipo de dispositivo extra y que están conectadas en todo momento y en cualquier circunstancia al pedaleo y a las piernas del corredor, tanto para avanzar como para detener la marcha. Un diálogo constante entre las ruedas y las extremidades. "Es ciclismo en estado puro. Cuando estoy encima de ella, somos un solo ser", define un espiritual Simón. "Es como el skateboard. También tenemos nuestros propios códigos y nos gusta ir a nuestra bola", apostilla Xavi.
ORIGEN HOLANDÉS
Las primeras fixies llegaron a Barcelona hace cinco años, en septiembre del 2004. Las trajeron una pareja de holandeses que se instalaron en la ciudad para trabajar en Pedal, una de las empresas de mensajería en bicicleta más potentes de la capital. Steven Besseman, propietario de la compañía, se pasó al fixed gear un par de meses después.
"En las primeras semanas no controlas la bicicleta, pero una vez lo consigues, no quieres otra cosa", apunta este sonriente belga. Cuenta que Londres y Berlín dan mil vueltas a la capital catalana en la adaptación del piñón fijo. Pero él sabe ya cómo es Barcelona, "una ciudad que absorbe todas las buenas tendencias". Hace dos años, solo había una decena de bicicletas así circulando. En la actualidad recorren la ciudad cerca de dos centenares.
La cultura fixed gear nació en los años 80 en capitales como Nueva York y San Francisco. Las empresas de mensajería empezaron a contratar a ciclistas y estos optaron por las bicis de piñón fijo, cuyo mantenimiento es mínimo. El sentido práctico y el tener una máquina ligera que se deslizara con sigilo entre los coches alumbró otro modo de pedalear por la vida. Creó una manera de ser. Xavi afirma: "Se trata de adaptarse a la máquina y no de esperar que ella se adapte a ti". Y Simón añade: "Solo así consigues tener con tu fixie una relación perfecta, casi mística, para que te lleve a todas partes".
Miquel Santalices, copropietario de Espai Bici, una tienda especializada en ciclismo urbano, cree que el piñón fijo es "una apuesta de futuro" ante la invasión pacífica que ha supuesto el Bicing para el sector.
PERSONALIZACIÓN
"Los que optan por esta bicicleta –dice Santalices– convierten su modo de transporte en algo lúdico; la miman, la mejoran, le cambian el color, se compran complementos como bolsas, gorras o camisetas…, es un mundo que engancha y en el que todos quieren tener una bici única, distinta a las demás". Realmente cierto. Es muy difícil ver dos máquinas iguales, y las marcas que han intentado venderlas han chocado de frente con el deseo de los riders de ser exclusivos.
"La perfección no se consigue cuando ya no queda nada por añadir, sino cuando no queda nada por quitar". Esta frase de Antoine de Saint-Exupéry es la que mejor define la cultura simplista del movimiento fixed gear. Y en una ciudad como Barcelona, abierta a las buenas ideas y donde el deporte popular crece cada día, la propuesta del piñón fijo parece tener mucho que decir.
Fuente: elperiodico.com